CIENCIAS NATURALES Y EDUCACIÓN AMBIENTAL IENSA

lunes, 7 de septiembre de 2020

Cambios en la misión de la universidad en un contexto de cambio tecnológico, crisis de la democracia y globalización de la economía.



Antes de entrar en el análisis de la tesis, quisiera agregar que estoy, particularmente, de acuerdo con Mockus en que la expresión “misión” es inconveniente para el estudio de las funciones de la universidad en el contexto social, dicho esto, se puede decir que la universidad, en palabras de Mockus, tiene una doble misión, una que depende de agentes externos, (estado) que la condicionan o limitan de alguna manera en su función principal de formación y otra misión que está asociada a la autonomía universitaria y que está centrada más a las funciones propias de la universidad que son la formación y la producción. En este sentido se abren muchos debates sobre la importancia de los saberes que se producen al interior de las universidades y de cómo estos aportan a la construcción de democracia, de saber, de productividad y de competitividad. 

La universidad sigue siendo ese espacio donde se generan los desarrollos de los pueblos, donde se gestan las grandes investigaciones que impactarán después en la sociedad, sin embargo, esto no sucede en un ambiente lleno de autonomía para avanzar en sus propios intereses o en el desarrollo de sus proyectos. El estado restringe y controla los avances que se puedan hacer dentro de las universidades, ya sea por intereses particulares, políticos, culturales… o al decir de Mockus, “el Estado y la economía deben ejercer presiones sobre la universidad pero no pueden decidir la orientación global de la vida universitaria. Tampoco voy a sostener la idea extrema opuesta, que sería la de defender la universidad como una isla de saber puramente desinteresado donde un sector social completamente ocioso se dedica a elucubraciones o a construcciones puramente gratuitas”1 no hay dudas que las universidades están en medio de una crisis y un debate político, que en últimas, termina decidiendo el camino que deben seguir, a través de normas o decretos transitorios, el estado encuentra la manera de regular el trabajo universitario, los cambios constantes en la inversión, la limitación en la contratación o en su defecto, el clientelismo político siguen haciendo “bien” su tarea dentro de estos espacios, que deberían estar dedicados a la productividad, tanto de saber, como de nuevas tecnologías para mejorar la calidad de vida de los pueblos. 

La universidad debe ganarse los beneficios de poder seguir generando conocimiento y producciones, por lo menos, esa es una de las tesis que plantea Mockus en su discurso cuando habla que la universidad ha logrado abrirse campo gracias a la calidad de lo que ofrece, aunque es un terreno delicado y ambiguo evaluar la calidad de las universidades por ese indicador, calidad en términos de qué? De sus egresados? De sus aportes a la ciencia y al saber? De su participación en las funciones del estado? No podría saberse o establecer con exactitud unos índices de calidad que sean universales para todas las universidades, sobre todo porque no se hace la distinción entre las que son de carácter público o privado, o de aquellas que hayan establecido unos convenios con otras instituciones que les garanticen espacios de participación o experimentación. 

Dado que la universidad es, entre otras definiciones, un entorno donde se produce y consume nuevo conocimiento, se deduce que la libertad de participar en la investigación es esencial para el propósito de la educación, para la misión de las universidades y para los deberes profesionales de aquellas personas involucradas en los procesos de enseñanza, aprendizaje e investigación. “Sin libertad académica, el pensamiento crítico no se puede cultivar, y sin el pensamiento crítico, el aprendizaje superior no se puede cultivar. Por lo tanto, dada su centralidad para el aprendizaje superior, no sorprende que la libertad académica haya sido una parte integral de la educación superior desde su inicio”2

La universidad cumple una función social, abierta, pluralista y multicultural, garante del acceso a todas las poblaciones de un país, contribuyendo de esta manera al desarrollo social del mismo. En la democracia, la “mayor contribución en este campo corresponde posiblemente al desarrollo de la posibilidad (y de la capacidad) de llegar a acuerdos sobre bases racionales.”3 La tradición académica garantiza que la acción política sea más eficaz, teniendo como base que las diferencias o discusiones se llevan, todas, dentro de un espacio dialógico y de estrategicidad que posibilite el reconocimiento de las reglas y los límites que pueden ser utilizados dentro de aquellas acciones. La multiculturalidad es otro elemento esencial en el aporte de la universidad hacía la democracia, esa presencia de perspectivas diversas favorece el crecimiento y el desarrollo de los territorios, la lectura de otras realidades que necesitan; o ser transformadas o mejoradas, con los aportes de nuevos conocimientos, la conservación de una tradición o el reconocimiento de la propia cultura dentro de un estudio histórico o filosófico que motive a los pueblos a aferrarse a sus costumbres, desde otras miradas. La fuerza de los argumentos son los que dan sentido a la confrontación en la academia, esta fuerza, sin duda, establece unas condiciones a los estudiantes para dirimir cualquier diferencia que se presente, en los estados democráticos, esta debería, también, ser una característica para resolver los conflictos y para proponer nuevas leyes. Tal como se lee en el documento, en Grecia, cuando se asistía al ágora, los ciudadanos participaban con un sentido de descentramiento; es decir, dejaban de lado sus intereses particulares para entrar en una defensa de propuestas que favorecieran a toda una comunidad. Todos estos ejemplos son claros en la función de la universidad con respecto a la democracia, el diálogo, la participación, los argumentos y las diferencias culturales y sociales, suponen unos escenarios interesantes para el desarrollo social. 

En el análisis particular del cambio de la misión de la universidad en un contexto de cambio tecnológico, no hay duda de que las tecnologías de la información, las redes y la avalancha de datos digitales, están cambiando la forma en que se puede enseñar, aprender e investigar. Me sorprende la frecuencia con la que se habla sobre lo que estos desarrollos tecnológicos van a provocar en la educación superior, en lugar de, cómo las universidades podrían elegir emplear las tecnologías para avanzar en sus misiones de formas previamente inimaginables. Y tomar estas decisiones a nivel de políticas significa una consideración de las posibilidades, alternativas y expectativas de la misión en el contexto de todas las fuerzas sociales, económicas, tecnológicas y éticas que forman el entorno de las funciones de la universidad. 

La universidad ha tenido que migrar hacia otros escenarios que le permiten “competir” en medio de la crisis económica que vive el mundo en general, hoy por hoy esas adaptaciones han garantizado la continuidad de los programas que lograron reinventarse y salirse de la educación presencial, sin perder su profundidad y su calidad, Mockus menciona que “las contribuciones de la universidad a la economía parecen depender más de su calidad que de su voluntad”; sin embargo, la calidad de la producción universitaria aún no logra medirse con instrumentos estandarizados que permitan decidir cuál es mejor que otras, se han hecho algunos acercamientos, pero no hay evidencias concluyentes que lo determinen. Algunas tienen fortalezas en la academia, otras en la investigación, otras en la producción, etc. Esas especificidades son las que las hacen competitivas, productivas y sostenibles en el “mercado” académico y permiten ser un motor de apoyo a la economía de los países y territorios donde hacen presencia, ya sea en la formación o en la generación de empleos por cuenta de la productividad.

Por: Boris Vargas Torres, Mg. en Educación.

1 Pensar la universidad. Antanas Mockus Sivickas (2012)

2 La libertad académica es esencial para la democracia. Patrick Blessinger y Hans de Wit. (2018)

3 Pensar la universidad. Antanas Mockus Sivickas (2012)

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